viernes, 10 de junio de 2011

Ejercicios imaginarios

De pie, con el cuerpo erguido, lleve sus brazos al frente, colóquelos en forma circular. Cierre sus ojos, béselo y déjelo ir.
Verá usted, que haciéndolo diariamente, bajará mucho el peso del apego hacia esa persona. 

miércoles, 8 de junio de 2011

Cartas a Ignacio

Querido Ignacio,

No sé como lidiar con eso, he querido aprenderlo pero me resulta imposible. Yo misma te he dicho que en este largo caminar por el amor de alguién tendrás que soportar algunas situaciones, no una sino un sin fin de veces, hasta que de plano ya no te afecte. Ahora me retracto de mis palabras, sencillamente no puedo, con solo leerlo siento como si algo me oprimiera el pecho, comienzo a temblar y siento un montón de cosas que no puedo describir.
No dejo de pensar en lo mucho que la siente, sus palabras la persiguen, la dibujan, la atrapan. ¿Le corresponderá? ¿Tu qué crees? Espero que sí, que lo ame como se merece.
No olvides decirle cada vez que lo veas lo que te he pedido. Ya vez, cada día se torna más dificíl un encuentro entre ambos.

martes, 7 de junio de 2011

Con muchos nombres

Siempre es ella, la que viene y te lleva consigo.

Siempre es ella la que se queda con tu cariño, con tus caricias,
con tus desvelos y esfuerzos, con tus luchas, con tu amor, la que duerme a tu lado.

Siempre es ella la que se va, la que te deja hecho un puñado de añicos,
la que dice amarte y no, la que humedece sus labios, su raíz,
la que es en ti, la que es de muchos, la que es tuya y se marcha.

Siempre es ella, la que tiene mil nombres,
más nunca el mío,
siempre será ella...

Cartas a Ignacio

Querido Ignacio,

Anoche te recordé tan vivamente. En mucho tiempo las casualidades, aquellas de las que tanto me hablabas, no se hacían presentes en mi vida. Anoche volvieron.
Caminaba sin y con rumbo fijo, porque bien sabes que anhelaba verlo, y aunque ese era mi deseo planeé cruzar las calles cercanas, quizas pasar frente a su casa, pero jamás llamar a la puerta.
Mientras lo hacía, el corazón se arremolinaba, el estomágo se estremecía y unas ansias enormes se apoderaban de mi. Una especie de espasmo me recorría el cuerpo que, en un ir y venir de sensaciones, me daba segundos de calma.
He de contarte los detalles, por ahora solo te digo que lo he visto, lo he abrazado fuertemente. Que esas sensaciones sofocantes se volcaron en resquicios de alegría. Me siento feliz, muy feliz querido Ignacio, que importa si no estará en mi vida, si esos minutos a su lado, son tan grandes que me hacen creer que durarán para siempre. Sabes que me gusta creerlo, aunque no sea así.