miércoles, 25 de mayo de 2011

miércoles, 11 de mayo de 2011

Insomnio

Luciano no podía dormir. Cuando todo mundo se encontraba en el quinto sueño el seguía como si nada, con el ojo pelón. Se daba vueltas en la cama esperando conciliarlo, atraparlo, pero este nunca llegaba.

Lo difícil era estar bien al día siguiente. En casa, en la escuela, mientras comía, a todas horas bostezaba. Su mamá comenzaba a preocuparse, hasta que un día le preguntó qué le ocurría. Luciano le dijo que simplemente no podía conciliar el sueño e ignoraba el motivo, su madre preocupada empezó a buscarle remedios caseros. Evitó darle café por la noche y una de sus vecinas le recomendó un té de cuachalate con tepezcohuite, que según le habían dicho, era muy bueno para esos problemas del sueño. La madre de Luciano hizo todo lo habido y por haber para que su hijo pudiera descansar por la noches, pero nada funcionaba.

Decepcionado, Luciano comenzó a implementar sus propias técnicas, desde contar borregos, gatos y otras cosas, hasta cambiar de lugar su cama. Un buen día se le ocurrió que trataría de dormir en el jardín, quizá ver la inmensidad de la noche podría atraparlo y finalmente darle el sueño tan anhelado. Mientras miraba al cielo, escuchaba a los grillos, los maullidos de los gatos y los ladridos de los perros, un fuerte resplandor lo dejó cegado por un momento. Cuando recobró la vista y se percató de que no había nada extraño a su alrededor, pensó que seguramente sería una alucinación, producto de tantos días sin dormir.

Sin embargo, de pronto, una voz comenzó a llamarle. Luciano, sorprendido volteo hacia todos lados. Detrás de un árbol, comenzó a moverse un objeto brillante que caminaba a su encuentro, hasta que por fin estaba ahí a su lado. Luciano no podía creer lo que veía, era una estrella.

La estrella le dijo que hacia días que lo observaba y por ello se había dado cuenta del insomnio que lo aquejaba y que estaba dispuesta a ayudarle que pudiera dormir. Luciano, sorprendido por el encuentro y renuente al ofrecimiento de la estrella, lo pensó por un momento, finalmente decidió aceptar su ayuda.

La estrella le propuso visitar al mago de los sueños, que según sabía por dichos de otras estrellas tenía unos polvos mágicos para dormir que eran muy efectivos. Acordaron buscarlo por medio de otras estrellas que frecuentaban al mago. Lamentablemente, el mago les mando decir, que el polvo se había dejado de fabricar meses atrás, pues los humanos ya no lo necesitaban, ahora tenían sus propios polvos, contenidos en tabletas para dormir y los productores del polvo mágico habían decidido

cerrar la fábrica. Luciano decepcionado, se dejo caer sobre el pasto de su jardín, la estrella triste por no haber podido ser de ayuda se acerco a él, lo abrazó y comenzó entonar una canción.

El estado de paz que le estrella brindaba a Luciano, al estar en sus brazos, fue tal, que sin pensarlo el chico se sintió con la calma necesaria, y cuando menos lo pensó estaba dormido.

A la mañana siguiente, Luciano abrió los ojos y se encontró sobre su cama, escudriñó su habitación por todos lados buscando alguna señal de la estrella, pero ella no estaba. Cayó la noche y Luciano nuevamente salió a su jardín esperando ver nuevamente a la estrella, quién al poco rato apareció. La estrella le dijo, que la noche anterior se había sentido triste por no haberlo podido ayudar a dormir ante la noticia de que el mago de los sueños ya no tenía más polvos, pero su ánimo se había repuesto al darse cuenta que finalmente, había encontrado la manera de ayudarle.

Desde entonces, cada noche, la estrella bajaba a la habitación de Luciano, a su jardín o al lugar en donde él estuviera, para abrazarlo, cantarle y contarle historias para dormir.

Nunca más volvió a tener insomnio, pues la estrella siempre estuvo a su lado.

Escrito a Alejandro, 16 de mayo de 2008.

Reflejo

Desnuda frente al espejo, repaso cada parte de mi cuerpo. Lo que veo a través me resulta incomprensible, es como si al verme, viera a otra persona. En ese afán de conocer a quién esta del otro lado, observo minuciosamente desde los ojos hasta la curva de ambas cejas, cada poro que sobre la frente y la nariz se encuentra, la boca entreabierta y las mejillas con un poco de color entre los pómulos.
Bajo la mirada, giro un poco la espalda, una cicatriz que no recuerdo está ahí. Vuelvo de frente, mis senos se yerguen, pequeños, no muy redondos, y a fin de aceptarlos y reconocerlos míos, los toco un poco. Dibujo la silueta con la yema de mis dedos.
Me giro nuevamente, y en la espalda baja unas líneas delgadas me recuerdan los estirones de la niñez, los cambios de ser mujer. No alcanzó a ver más. Si tuviera un espejo más grande...
Aún así, en la difícil empresa de conocernos, desprenderse y verse como algo ajeno, es un juego de sorpresas y un reencuentro consigo.

martes, 3 de mayo de 2011

Mi avioncito de papel

Ayer mientras comía, sentada frente a la ventana de la cocina, pensé en qué tan difícil sería volar.
Tal vez si me pusiera manos a la obra, juntara una buena cantidad de papel, periódico o lo que fuera e hiciera tantos dobleces fueran necesarios, como cuando niña en la escuela, haría un avioncito para volar, para irme de paseo por la ciudad cada vez que quisiera.
No creo que sea tan dificíl, si las hojas de papel son pequeñas las pegaré, haré una hoja grande, la doblaré a la mitad, luego haré los dobleces de las alas y a volar.
Si al principio no despega, es quizá, porque mi carga sea bastante. Me quitaré lo pesado, lo más pesado que cargo: las tristezas, los rencores, las lágrimas, las peleas... después de eso, a volar! Seguro que dejando eso de lado, ese avioncito me ha de llevar.

Caminamos



Desde una piedrita hasta una caricia, esa parte de mi cuerpo que poco se ve y mucho soporta...